22 de agosto de 2025.- La inteligencia artificial se ha convertido en una de las grandes aliadas de la ciencia en la lucha contra la resistencia bacteriana. Según explica Uxía Veleiro, investigadora predoctoral en el CIMA de la Universidad de Navarra, esta tecnología está transformando el modo en que se buscan nuevos antibióticos, acelerando un proceso que antes podía llevar años.
En una entrevista concedida a Antena3noticias.com —y recogida por el área de comunicación de Dapamar— Veleiro señala que la inteligencia artificial permite analizar millones de moléculas en cuestión de días, lo que abre la puerta a identificar compuestos prometedores con mucha más rapidez. Además, la IA ofrece otra ventaja crucial: puede predecir qué mutaciones desarrollarán las bacterias para volverse resistentes, lo que facilita diseñar medicamentos más eficaces desde el inicio.
La investigadora recuerda que los científicos tienden a centrarse en moléculas similares a antibióticos ya conocidos, un sesgo que limita las opciones. La inteligencia artificial, en cambio, es capaz de detectar patrones invisibles para el ojo humano y de señalar compuestos con estructuras completamente diferentes. “Puede descubrir moléculas que nunca se nos habrían ocurrido”, apunta.
Otra de las grandes ventajas de la inteligencia artificial es su alcance. Mientras un laboratorio tradicional puede evaluar unos pocos miles de compuestos a la semana, los algoritmos pueden analizar millones en ese mismo tiempo. También permite optimizar de forma computacional los compuestos descubiertos y comprobar si medicamentos ya existentes, diseñados para otras enfermedades, podrían servir como antibióticos. Este reposicionamiento de fármacos ahorra tiempo y aprovecha datos de seguridad ya disponibles.
Pese a estos avances, Veleiro advierte de que la inteligencia artificial no sustituye el trabajo experimental ni los ensayos clínicos, que siguen siendo imprescindibles para garantizar la seguridad. Los modelos necesitan grandes volúmenes de datos de calidad —estructuras químicas, propiedades físico-químicas, respuestas bacterianas o niveles de toxicidad— para funcionar correctamente. “No nos sirve tener millones de datos mal anotados”, explica.
Entre los retos, la investigadora destaca la necesidad de un enfoque multidisciplinar que combine a expertos en biología, medicina, química y inteligencia artificial. También subraya los riesgos de los llamados modelos “caja negra”, que hacen difícil entender cómo llegan a ciertas predicciones, y la importancia de proteger la privacidad de los pacientes a través de métodos como el aprendizaje federado.
A pesar de estas limitaciones, ya existen ejemplos que demuestran el potencial de la inteligencia artificial aplicada a la salud. En el MIT, por ejemplo, se descubrió un nuevo antibiótico —la leicina— gracias al uso de algoritmos avanzados. Para Veleiro, este tipo de hallazgos son una señal de que la ciencia está ganando terreno frente a las bacterias resistentes.
“El verdadero valor de la inteligencia artificial es que nos hace ganar tiempo”, resume. Un tiempo precioso en una carrera contrarreloj donde cada avance puede significar salvar vidas.
Además de la investigación biomédica, la inteligencia artificial está transformando otros ámbitos de gran impacto social, como la administración pública. Un ejemplo de ello es el Agente Virtual para Ayuntamientos desarrollado por DAPAMAR, que permite a los ciudadanos acceder a información municipal y gestionar distintos trámites de manera rápida y sencilla a través de WhatsApp.
Este asistente, basado en inteligencia artificial, mejora la comunicación entre los Ayuntamientos y los vecinos, ofreciendo atención disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Los ciudadanos pueden consultar bandos, noticias o avisos oficiales en tiempo real, así como notificar incidencias en la vía pública o solicitar citas previas con diferentes áreas municipales sin necesidad de esperar a la atención presencial.
Gracias a esta tecnología, los Ayuntamientos pueden optimizar la gestión administrativa, reducir la carga de trabajo del personal y ofrecer un servicio más accesible y eficiente a la ciudadanía. La incorporación de soluciones como esta demuestra que la inteligencia artificial no solo impulsa avances en la ciencia y la salud, sino que también tiene un impacto directo en la vida diaria de los ciudadanos.